miércoles, 23 de junio de 2010

CAMELIAS, LA JAPÓNICA.

     Ante todo, no se confundan, no les voy a contar una historia de amor, soy conocido por mi desprecio por la novela rosa, pero lo cierto es que no puedo dejar de pensar en ella y sigo evocando el momento en que llegó a mi, desde el lejano Japón, ¡mi dulce japonesita!, con su hermoso vestido de flores.
     Entre tanto, estoy aquí, sentado, en un banco del jardín, su jardín, en donde tantas veces antes me atreví a colarme, mientras mis ojos disfrutan contemplado el sinfín de artilugios repartidos por su hermoso vergel y me doy cuenta que he formado parte de la historia de cada uno de ellos. Por ejemplo, esa fuente de porcelana culminada por una especie de raro pajarillo, recuerdo de las vacaciones en Lisboa, (al pobre pájaro le rompimos parte del pico por andar jugando dentro de la tienda de antigüedades de aquella amable señora, ¡y claro, tuvimos que pagarla!), o aquel viejo reloj de sol, hecho de hierro forjado y que le regalé por su aniversario, (la gitana a la que se lo compré me juró que poseía propiedades mágicas que nos permitirían tener control sobre el tiempo..., yo no creo en esas cosas, pero, ¡por si acaso!).
     Este mismo banco donde estoy sentado nos ha visto pasar momentos importantes en nuestras vidas, la mayoría instantes de felicidad compartida que no han podido ser eclipsados por el dolor de verla marchitarse tan deprisa,... tan rápidamente,... como un soplo, a pesar de mis cuidados, mis mimos y mis desvelos. ¡Oh, fatídica y cruel enfermedad!. Pero ahora ella no está, el jardín parece vacío y el hueco que ha dejado tardará algún tiempo en ser ocupado.
  Ya me voy, pero te dejo esta nota:

 “Después de años cuidando de ti y de tu vestido de flores, me despido y me alejo con pesar del lugar donde un día estuviste plantada, pero ten la seguridad de que yo, tu cuidador, tu jardinero, mi querida Camelia, ¡mi dulce japonesita!, te llevaré siempre en mi corazón y en mi recuerdo”.

Ya les dije que lo nuestro no era una historia de amor, pero...¡la voy a echar tanto de menos...!.

CAMELIA
Camellia sp.
Familia: Theaceae.
Lugar de origen: Asia sudoriental, Japón, China, Indochina, Filipinas y otras islas de la zona.

La familia Theaceae (Teáceas) se divide en dos géneros Thea y Camellia. El género Camellia agrupa a un gran número de especies, entre 100 y 250, según autores. Entre ellas destacan la Camellia sinensis antiguamente conocida como Thea sinensis, y la Camellia japonica que es la que mayor número de variedades aporta a nuestros jardines (en la actualidad existen más de diez mil variedades de flores de Camellia japónica, y sigue subiendo). Otras especies destacadas son: Camellia granthamiana, Camellia crapnelliana, Camellia oleifera, Camellia reticulata, Camellia sasanqua, Camellia taliensis, etc.
Hoy hablaremos de la Camellia japonica.

Camellia japonica.
Camelia, Camelio común

Descripción:
Árbol pequeño o arbusto de hoja perenne de hasta 15 metros de altura con hojas persistentes, coriáceas, con bordes dentados, terminando en punta, se distribuyen de forma alterna, poseen un pecíolo corto y son de color verde oscuro lustroso en el haz y algo más claro en el envés. Las flores son solitarias o en parejas, terminales (aparecen en el ápice de cada rama), y pueden tener una corola simple, doble e incluso múltiple. Florecen a finales de invierno y principio de primavera. En general no poseen fragancia, aunque algunas variedades cuentan con algo de aroma. La gama de colores es amplia: blanco, rojo, rosa, salmón, púrpura o jaspeado. Suelen medir unos 7-12 cm de diámetro y son pentámeras (tienen 5 sépalos y 5 pétalos). Tienen numerosos estambres unidos en la mitad o en dos tercios de su longitud, que pueden ser visibles u ocultarse tras la corola. Cápsula globosa de 4-5 cm. de diámetro.

Cultivo: Requiere temperaturas frescas y exposición sombreada, la tierra deberá ser ácida, y es conveniente que esté mezclada con un poco de estiércol y turba. Necesita una humedad que se mantenga en forma constante, aunque durante el invierno los riegos no deben ser frecuentes. Abonar durante los primeros días de diciembre y a finales del mes de junio. No necesita poda, pero si eliminaremos sus flores marchitas. Reproducción por esquejes en el mes de enero y febrero. La camelia se da bien también en interior pero hay que huir de las habitaciones cerradas con calefacción.

Plagas y enfermedades:
La camelia es una planta propensa al ataque de distintas plagas como cochinillas, pulgones, gusanos de las raíces, larvas de escarabajos, arañuelas, o ácaros de las hojas, entre otros.
También suele verse afectada por diversos tipos de hongos como la Phyllosticta camelliae que produce el moteado de las hojas, la Pestalozzia guepini, causante de la aparición de manchas plateadas o el Exobasidium camelliae que produce agallas foliares.
Otras alteraciones de la planta como la caída  prematura de los capullos puede ser producido por defectos en el abonado o una exposición demasiado soleada. Y por fin, un síntoma muy característico de las camelias es la clorosis o amarilleo de las hojas producto de la falta generalmente de hierro o algún otro elemento nutritivo del suelo.

Utilización: Como arbusto ornamental en jardines meridionales. También como árbol de alineación en calles o en jardines.

Refranes y citas: Un cuento del siglo XIX comparaba la camelia con una joven de gran belleza llamada Imperia. Aquella joven se casó con un conde de temperamento delicado y sensible. Pero el matrimonio no fue feliz; Imperia se mostraba fría y distante y se aburría con el amor, por lo que un día, el conde ya no pudo más y le dijo “Sois como la camelia que un sabio trajo de las lejanas tierras de China. Sois muy bella pero sin fragancia. Os falta el verdadero perfume que es el amor”. La joven indiferente, contesto “Tenéis razón, soy la camelia”.

Propiedades:
El aceite proveniente de sus semillas se deshidrata muy poco y retiene la humedad; por esta razón, se utilizó como acondicionador del cabello y en los tratamientos de la piel, para prevenir las asperezas. Sus excelentes propiedades antioxidantes lo hacen ideal para cocinar. De sus semillas se extrae un aceite que utilizan las japonesas para teñir sus cabellos.

Curiosidades:
     Vamos a indagar un poco en la historia de la camelia. La camelia es una de las flores más antiguas de las que se tiene noticia, pues hay fósiles de este árbol de la época cretácica. Mil años antes de Cristo la camelia era ya venerada en su lugar de origen, el sudeste asiático, ya que con sus hojas (en concreto con las de Camellia sinensis) se elaboraba el té. Como ocurrió con otras plantas, su expansión se produjo gracias a los monjes budistas que la llevaron consigo en sus viajes. En Occidente no se la conoció sin embargo hasta finales del siglo XVII cuando el botánico y misionero jesuita Georg Josephus Kamel al que se le conocía por el pseudónimo de Camellus decidió cargar en las bodegas de los barcos de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales algunos ejemplares. También, hacia esta misma época, los portugueses la introdujeron en Galicia donde en algunos pazos se conservan todavía esas viejas camelias convertidas hoy en impresionantes árboles centenarios. Sin embargo algunos opinan que la más antigua de las camelias vivas en Europa está en Dresde, en Alemania, único ejemplar que sobrevive de cuatro camelias traídas de Japón.
En 1735 Linneo empezó a denominarla Camellia como homenaje póstumo al jesuita Georg Josephus Kamel, muerto en Filipinas, nombre con el que se la conoce hasta nuestros días. Sin embargo mucho antes, en sus lugares de origen, se las conocía con otros nombres; así en Japón la conocían como “Tsubaki” que viene a significar algo así como “árbol de hojas gruesas”, en China se la conocía como “Kanji”, palabra que es una combinación de los símbolos usados para “árbol” y “primavera”, o en Corea que utilizan la palabra “Ton-baik” para identificar a la camelia.
     Quizás se han despreciado desde siempre los valores aromáticos de estas flores. Así, en la novela “La Dama de las Camelias” de Alejandro Dumas (hijo), la heroína Margarita Gautier conocida como “La Dama de las Camelias”, reprocha a un pretendiente desconocido el haberla perturbado al obsequiarle un ramo de flores con una intensa fragancia. Alérgica a las fuertes esencias de las flores, Margarita siempre llevaba un ramo de camelias de mínima esencia, para evitar la tos. Esta y otras obras literarias han sido escritas bajo la premisa de que las camelias no poseen un aroma definido. La flor es muy famosa, pero su esencia pura y limpia es poco conocida. No obstante, dentro de las diferentes variedades de camelias salvajes descubiertas hasta la fecha, siete son conocidas por tener una esencia de aroma dulce, similar a las ciruelas.

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